Casas de acogida: el amor que transforma vidas
En 4Cats decimos muchas veces que
sin casas de acogida, no podríamos seguir adelante. Pero hoy queremos
explicaros por qué lo decimos. Porque lo vivimos. Porque lo sentimos.
Un mensaje, cinco vidas
Hace unas semanas, recibimos un
mensaje de una familia con pocos recursos. Tenían una gata que salía al
exterior y no estaba esterilizada. Como tantas veces ocurre, volvió a casa
embarazada.
Y aunque no podían hacerse cargo
de los bebés, sí querían buscarles una oportunidad mejor. Nos contactaron. Y
ahí empezó la historia de Jasper, Oso, Simón, Leo y Eve.
Esterilizamos a la madre y los
peques llegaron a una de nuestras casas de acogida con mes y medio de vida.
Pequeñitos, asustados, y con todo por aprender.
El día a día en una casa de
acogida
Desde entonces, han ido creciendo
rodeados de cariño, limpieza, juegos, cuidados y aprendizaje.
Las casas de acogida son hogares temporales, sí, pero lo que se vive dentro
es eterno.
Cada mañana empieza con una ronda
de limpieza y desayuno. Después, exploración: una caja, un rascador, una
cortina... ¡todo es un universo nuevo para ellos!
Aprenden a jugar, a usar el arenero, a convivir entre hermanos y humanos. Se
pelean (como buenos hermanos), se persiguen, juegan sin parar, se quedan
dormidos donde menos te lo esperas, y ronronean como si el mundo fuera siempre
seguro.
Aprender a confiar
Pero lo más importante: aprenden
a confiar.
La socialización en esta etapa es
fundamental. Gracias a sus casas de acogida:
- Jasper ya no se esconde cuando oye una voz
nueva. Sale a recibirte con alegría.
- Oso busca mimos. Ronronea y busca cariño.
- Simón se deja coger en brazos. Se sube por
tu pierna para que lo acaricies.
- ¡Leo ronronea al primer contacto, y no para!
- Eve te sigue por toda la casa, todo es
nuevo, quiere descubrirlo todo, ¡todo!
Cada uno con su carácter. Cada
uno con su historia. Pero todos con algo en común: un futuro posible.
Amor del bueno.
Ser casa de acogida no es siempre
fácil.
A veces implica trasnochar, limpiar más de la cuenta, preocuparse por un
estornudo o una barriga hinchada. Ir corriendo al veterinario si ves que algo
no va bien. Observar mucho, dar mucho amor.
Pero también implica verles crecer,
aprender, curarse y confiar.
Y un día, marchan a su hogar definitivo.
Solidaridad con patas.
Detrás de cada acogida hay solidaridad
real.
Hay cariño infinito, del que no pide nada a cambio.
Hay paciencia, incluso cuando toca limpiar por tercera vez en una hora.
Hay empatía, de la que se arremanga y actúa, nada de quedarse mirando.
Ser casa de acogida es un acto de
amor puro, silencioso y transformador.
Es cuidar de quienes aún no saben cuidarse.
Es acompañar, sin prisas, hasta que estén listos para volar.
¿Y tú? ¿Te animas a acoger?
Si alguna vez te has planteado
acoger, te animamos a dar el paso. No solo estarás salvando vidas. Estarás descubriendo una forma de amor que no
se olvida.
Gracias a quienes abrís
vuestras puertas... y también vuestros corazones.







"El amor que transforma vidas" efectivamente el amor transforma muchas vidas: la vida de la persona que tenía estas preciosidades sin poderlas atender y ha buscado ayuda; la vida de estos gatitos que han encontrado seguridad, atención y mucho cariño; vuestra vida porque, aunque cada vez que sucede esto, se pone todo patas arriba, siempre encontráis la forma de dar respuesta a la necesidad y por último, también transformáis nuestras vidas porque hacéis que el mundo sea mejor. Gracias por vuestro entusiasmo y dedicación!
ResponderEliminar